viernes, 10 de agosto de 2012

Las diosas no existen


            La autoestima es clave para alcanzar cualquier objetivo, ya sea de forma individual o colectiva. Es difícil que un estudiante que se considera estúpido saque buenas notas o que un adolescente que se cree feo se anime a pedir una cita; del mismo modo, las conquistas sociales no se realizan si el pueblo se muestra pesimista.

La lucha de las mujeres por la igualdad debe sortear un gran obstáculo: el esfuerzo de la sociedad por bajarnos la autoestima.

Las mujeres inseguras suelen ser más dóciles y complacientes. Por eso los medios de comunicación potencian la inseguridad. ¿Cómo? Haciéndonos sentir feas. Día tras día, nos muestran una y otra vez modelos de mujer imposibles de alcanzar.

Las mujeres perfectas que nos muestran en las revistas son fruto del maquillaje y el retoque fotográfico.

Las diosas que nos enseñan en los medios de comunicación no existen. Hay quienes se esfuerzan por destapar las falsedades del maquillaje y los retoques fotográficos –la revista Cuore es un ejemplo–; pero, a la hora de la verdad, muchas mujeres terminan por asumir que nunca alcanzarán ese ideal de perfección. Esto puede causar una gran frustración, llegando incluso a provocar trastornos alimenticios y, en última instancia, el deterioro irreversible del cuerpo. Además, es una potente herramienta de control social: mientras las mujeres estemos preocupadas por adelgazar, tonificar nuestros músculos, engordar nuestros pechos, teñirnos el pelo y mejorar nuestra piel –todo ello con el único fin de agradar a los varones–, no nos preocuparemos por que se nos respete y considere iguales que los hombres.

¿Desde cuándo la belleza consiste en bañar a una chica en maquillaje y ponerle postizos en el pelo?

Hemos de ser realistas: nunca tendremos un cuerpo perfecto, liso y tonificado; nunca tendremos la piel de porcelana; nuestro cabello nunca será brillante y sedoso como en los anuncios. Porque las mujeres perfectas no existen. Pero no hay que asumirlo como una cruda realidad, sino reírnos de que alguien pretenda que realmente nos convirtamos en barbies.

La belleza real existe y está al alcance de todas: una sonrisa limpia, un olor agradable, una forma de vestir original… 

Los maniquíes de las tiendas son todos perfectos y también perfectamente remplazables. Un cuadro de Picasso no es perfecto, pero sí único.

Violeta



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